Faetón – mito griego

El mito de Faetón cuenta cómo, por no creer a su madre, acaba muriendo por querer hacer algo que no podía.

Mito

Un mito es una obra, originalmente basada en una religión antigua que ya no se cree, que explica lo inexplicable.

La caída de Faetón
La caída de Faetón, de el MET

Faetón

Faetón era hijo de Helios y de la ninfa marinas Clímene. Creció en Egipto bajo la supervisión de su madre. Cuando Faetón era joven, su amigo Epafo se peleaba con el porque le decía que no era hijo del dios del sol y que su madre le había mentido sobre su origen. Le dijo tamibén que no pertenecía en la escuela de los hijos de los dioses. Clímene le juró a su hijo que sí lo era hijo del dios Helios.

Faetón no le creyó he insistió en que su madre le dijera como llegar a verle.

Faetón salió a buscar a su padre. Fue un viaje duro, pero finalmente llegó a donde vivía su padre. Lo primero que vio fue el deslumbrante palacio del dios, de donde salía todas la mañanas la carroza del dios para alumbrar el mundo, El palacio brillaba por el oro que cubría sus paredes. Los techos estaban coronados de marfíl y las puertas eran de plata. Faetón se quedó un buen rato admirando el palacio del sol, que su madre le había jurado era de su padre.

Las puertas del palacio estaban talladas con toda la historia de la creación. En el centro de las puertas se podía ver a hombres y mujeres, ciudades y bosques, plantas y bestias de todo tipo y por encima estaba la cúpula del cielo, con los doce signos del zodíaco. La puertas se abrieron con un estallido de fuego y Faetón entró. A su derecha e izquierda se veían las horas, los día, meses, años y siglos. Allí estaba la hermosa Primavera  con flores de muchos colores en su cabello. También estaba el Verano, con guirnaldas de trigo dorado. El Otoño estaba decorado con uvas y hojas de moradas a doradas y todos los colores de las hojas que caen en esta temporada. El invierno tenía el pelo congelado y vestía de prendas blancas con copos de nieve. Allí, en medio de todo esto, estaba Helios, el dios que quizás era el padre que quería tener.

Faetón intentó acercarse a él, pero tuvo que echarse atrás por la luz tan fuerte que salía de él. Cuando se quejó de que no podía ver por tanta luz, Helios se quitó la corona de luz que llevaba y reconoció de inmediato a su hijo y le preguntó por qué había venido a verlo. Faetón le dijo lo que le pasaba en la escuela y que sus compañeros de clase no cería que él fuera el hijo de un dios.

Helios le pidió que se acercara y le dije, “ven aquí hijo mío. No tengas miedo. Hace mucho que quiero verte, pero estoy tan ocupado todos los día que no he podido venir.” Faetón sintió una gran alegría de ver que Helios era, en efecto, su padre, y lo abrazó.

Después de un rato, Faetón empezó a pensar si quizás su madre le había dicho a Helios que lo llamara su hijo. Además, sabía que aunque Helios fuera su padre, nadie le creería cuando volviera a su escuela. Así que pensó que sería buena idea pedir una prueba par ver si realmente era su padre.

Cuando Helios oyó que su hijo quería una prueba de que él era su padre, Helios le dijo, “claro que soy tu padre. ¿Por qué lo dudas?” Faetón pensó y le contesto que nadie le iba a crear.

Entonces Helios le dijo, “pídeme lo que quieres y yo te lo daré. Te juro  por la laguna de Estigia que cumpliré tu deseo.” Eso de jurar por la laguna de Estigia significa que Helios estaba dispuesto a morir porque la Laguna de Estigia llevaba  a los muertos al mundo de los muertos.

Entonces el joven le pidió llevar su carroza por el firmamento. Helios  le informó que sólo él podía llevar la carroza, porque era muy peligroso subir al cielo.

Faetón le recordó que había jurado por la Laguna de Estigia y que tenía que cumplir su promesa.

en su cuadriga y recorrer los cielos durante un día (ver Helios). Helios lamentó haber hecho la pro­mesa, pero ya no podía dar marcha atrás y sólo le aconsejó tener cuidado, porque se exponía a sí mismo y al mundo a un gran peligro, ya que sólo Helios -ni siquiera Zeus- sabía dirigir su cuadriga y los caballos que la llevaban. Pero Faetón, entusiasmado, no quiso oír a su padre y éste le cedió la cuadriga.

Los cuatro caballos que despedían fuego fueron enjaezados y Helios le pidió a su hijo que no les dejase correr en exceso, ni volar demasiado bajo o demasiado alto. Inmediatamente después de partir perdió el control de las riendas y la cuadriga se desvió, causando el pánico entre las constelaciones del firmamento. Poco a poco se aproximó a la superficie de la tierra, abra­sando ciudades, países y montañas. Los ríos se secaron, se formaron los desiertos y la piel de los etíopes se oscureció. Gaya sufrió una dolorosa agonía y pidió ayuda a Zeus. El rey de los dioses sabía que había que intervenir rápido y derribó al auriga con uno de sus rayos. El joven fue a parar al río Eridano -que más tarde sería el Po- y se mató. Las ninfas lo enterraron con una inscripción en su lápida que rezaba: «Aquí yace Faetón, que hizo el viaje por el sol, retó a todos, aunque la debilidad le traicionó».

Helios se entristeció mucho al oír que su hijo había muerto y, como consecuencia, la tierra pasó un día en penumbra. Clímene vagó por el mundo desconsolada y las hermanas del difunto se convirtieron en árboles que producían ámbar. El amigo y pariente de Faetón, Cieno (no confundir con el Cieno hijo de Poseidón (ver Poseidón), se convirtió en cisne por la pena y empezó a lamentarse en lo que hoy se conoce como «canto del cisne».

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